Son las 9 de la mañana y un pibe cruza, a los tumbos, la calle Chilavert. Está fisura. En algún lugar de la villa que empieza atrás, la del Bajo Flores, debe haber perdido la remera. El torso desnudo, la mirada en otra, es la primera señal de que estamos llegando a la 1.11.14. Enseguida hay más: los gendarmes que patrullan, con uniformes de camuflaje y armas largas, el ingreso al barrio. Por lo demás, es un sábado como cualquier otro: hay una feria en la que los vendedores acomodan cajones de naranjas y lechuga, y finalmente aparece el punto de destino: la canchita de fútbol, un rectángulo encajado entre las edificaciones. La villa crece cubo sobre cubo. Ocupado ya todo el espacio disponible, sólo le queda ir hacia arriba. La cancha es el único espacio que se salva de esa ley; a esta hora no hay partido. Va a ser usada para una reunión de campaña electoral.
El Bajo Flores es la villa de la Ciudad de Buenos Aires en la que Javier Milei obtuvo uno de sus mejores resultados: lo votó el 31 por ciento del padrón. Comparado al promedio de las villas porteñas, acá la adhesión al candidato libertario fue de 5 puntos más.
Las organizaciones sociales de Unión por la Patria tienen un comando unificado, en el que el Evita y Barrios de Pie coordinan la campaña junto a fuerzas políticas -como La Cámpora y el Frente Patria Grande-. Son los que hicieron las recorridas barrio x barrio y casa x casa, una estrategia que funcionó porque dio vuelta el ausentismo.
Pero en este tramo la pelea es más difícil. Falta nada para el balotaje y ya no se trata de convencer de la importancia de ir a votar, sino de revertir el voto a Milei o de ponerle un freno para que no se expanda.
Y esto, en un barrio popular de migrantes -en el Bajo Flores una parte importante de la población es boliviana, paraguaya y peruana- se plantea como una cuestión bien generacional. Porque los migrantes no votan presidente, pero sus hijos son argentinos.
El tema entonces es abrirle los ojos a los jóvenes (“nuestros niños”, los nombrarán algunos en la asamblea), entre los que el discurso de Milei se ha difundido como una moda. ¿Por qué? Misterio. Unos opinan que porque no saben lo que le costó a la generación de sus mayores darles una vida mejor. Otros plantean lo mismo, pero al revés: no ven que sus padres migraron porque en sus países campeaban las políticas ultraliberales que Milei ahora propone como la salvación.
En la asamblea nadie lo menciona por su nombre. El candidato de La Libertad Avanza es “ese muchacho”, “este loquito”, “el de la ultraderecha”, “ese que viene a mirarnos de costado” o «el innombrable», un modo que alude a sus similitudes con el ex presidente Carlos Menem.
¿Quienes se disponen a levantar lanzas contra Milei? Fueron llegando acá, a la canchita, unas trescientas personas. El 80 o 90 por ciento son mujeres, y la mayoría son migrantes. Además, madres y abuelas. No hablan de hacer campaña para convencer al vecino, sino de algo mucho más familiar: hablar con los hijos y los nietos.
Mujeres
Yovana vino a la asamblea con la remera de Juntos y Organizados. Se pintó los labios, se delineó los ojos, vino decidida a participar.
Cuenta que nació en Bolivia y entra en tema sin preámbulos:
— Hablemos con nuestros hijos porque es algo descabellado que los jóvenes estén votando por un candidato que viene por los derechos de los padres que hemos migrado, que hemos estado luchando desde hace mucho tiempo para estar mejor –plantea.
El panorama la desconcierta, le da bronca. “Me encuentro con jóvenes que me dicen que las ideas de Milei son buenas, les pregunto por qué y contestan: ‘Porque los extranjeros deben irse a su país a hacerse atender en sus hospitales’ ¡¡Y son hijos de bolivianos!! “.
Le parece una cosa “ totalmente descabellada”. “No le hallo la lógica, porque sus padres son migrantes, se atienden en hospitales públicos, ellos estudian en una escuela pública… pero apoyan a un candidato que les quiere arrebatar esos derechos. Tenemos que contarle a los hijos cómo fue llegar aquí”.
Liliana va hablar unos minutos después. Es paraguaya y, a diferencia de Yovana, no tiene militancia. “Nunca entendí la política, pero ahora me voy a poner en pie y a hacer mi lucha”, asegura.
–¿Por qué?
— Porque los hijos tienen en la Argentina lo que no pudimos conseguir en nuestros países: un salario, escuelas. Incluso algunos tuvimos la oportunidad de mandarlos a la universidad.
Hay impaciencia y malestar contenido en esos señalamientos. Liliana cree, por ejemplo, que el problema es que no valoran: “Porque lo hicimos laburando todos los días, y a eso parece que no lo ven: lo que tienen fue gracias a nuestro trabajo” .
Ese es un punto de fondo, que va a repetirse a medida que en la asamblea las mujeres vayan tomando la palabra: “¿Por qué estás en la facultad? ¿Por qué estás llegando donde estás llegando?”, dice Miriam que le planteó a dos de sus nietas cuando las escuchó apoyar a Milei. Tiene 66 años, vino de Oruro a los 33, con el marido. Allá era maestra, aunque no revalidó el titulo en Argentina porque con 5 hijos no le quedó más tiempo que para salir a trabajar.
Sumas y restas
La militancia de La Cámpora hace aritmética:
- Massa en el Bajo Flores obtuvo en primera vuelta un 41 por ciento, pero el techo es alto si se tiene en cuenta que en 2011 Cristina llegó al 55%. Con una mirada ultraoptimista se puede sumar.
- También se aplica la resta: la oposición dejó de hacer campaña después de las PASO. Milei nunca tuvo presencia en el territorio, La Libertad Avanza no está poniendo ni una mesita.
- Y el dato más importante: Patricia Bullrich sacó en la primera vuelta un 20 por ciento, que ahora debe distribuirse entre Massa y Milei. “Pero en el Bajo Flores, Juntos por el Cambio no responde a Bullrich sino a Horacio Rodríguez Larreta. Sus punteros después de perder las PASO se guardaron. Y hay zonas del Bajo Flores con una identidad radical, como el barrio Illia, que fue urbanizado durante el gobierno de Raúl Alfonsín”. Es decir, hay terreno para no dejarse abatir por la desesperanza.
Y es cierto que no se ve campaña de La Libertad Avanza. No hay afiches en las paredes, ni mesas en la calle, aunque esto no quiere decir que no llegue el discurso de Milei. Mientras se realiza la asamblea, un vecino que cruza junto a la cancha se para al otro lado del alambrado y les grita a los reunidos. “Peronchos fracasados”. Y también “chorros” e “inútiles”. Es el voto libertario.
La generación que participa tiene edades variadas, pero como dato común puede decirse que todos han vivido el 2001. Eran muy jóvenes cuando el país saltó por los aires y se vieron impulsados a hacer algo.
Euge recuerda que ese año abrió el comedor popular que todavía sostiene. “Casi todos los compañeros que estamos acá venimos de aquella época, aunque estábamos desperdigados en organizaciones diferentes. Incluso no llegábamos a conocernos, porque las necesidades eran tantas y el Estado estaba tan ausente que no nos quedaba tiempo para nada”. Euge tiene una mirada histórica, y ese enfoque completa la percepción de las cosas. Por ejemplo, sobre los pibes que se ven deambulando por acá, dados vueltas por la droga: cuenta que cerca de la canchita hay una casa abierta para personas con adicciones, un trabajo que el Estado, a través del Sedronar, realiza con las organizaciones sociales. “Ahí pueden entrar a bañarse y pasar el día. Por eso se ven tantos de esos pibes por acá. Yo prefiero verlos cerca a no verlos, porque sé que acá tienen una puerta abierta a recuperarse”.
Eso nos lleva al último tramo de esta nota, que son los años de lucha, la historia acumulada. Evelyn llegó de Bolivia a los 8 años. A los 9 quedó huérfana. “Con un sistema de vouchers jamás hubiese ido a la universidad”, advierte. Agrega que la Argentina le dio muchas cosas “pero sobre todo me dio muchas luchas”.
–No quiero que un tipo que viene a mirarnos de costado se crea que puede decirnos a nosotros qué necesitamos. No somos gente vulnerable, somos gente que sale a luchar todos los días y se levanta a las cinco de la mañana para ir a laburar.
¿Alcanzan estos pocos días para convencer a hijos o nietos? Nadie lo sabe; tampoco nadie piensa que el candidato de UxP genere gran entusiasmo. Los argumentos propuestos para las charlas con los jóvenes son, sobre todo, lo que pueden perder –la salud pública, la educación pública– y el peligro de propuestas como la libre portación de armas. “Pensemos lo que puede pasar acá, con los problemas de seguridad que ya tenemos, si encima cualquiera puede tener armas”, apuntará en el final de la asamblea Henri. Advierte que “no es que Massa va a ganar y al otro día van a mejorar todo, pero si gana el otro muchacho se va a poner mucho peor. Hay que dar el debate con los jóvenes porque este es un loquito, que no se coman el amague. También tenemos que decirles que no es mágico, que Massa la va a tener difícil, porque sino en dos meses los vamos a tener decepcionados”. Sus expectativas son pocas, pero no tiene dudas: “Ganando, vamos a estar un poquito mejor, nada más. Pero por sobre todo, la cosa no se nos va a complicar”